Por Miguel Rivas
Estos últimos días han enlutado el país con la tragedia de los sismos, fuerzas de la naturaleza que no podemos predecir pero cuyos impactos sí podemos minimizar y que nos muestran lo poco preparado que estamos, pero peor aún, como las negligencias y omisiones de la autoridad tienen un precio muy, muy alto: vidas de cientos de compatriotas que de no ser por estas malas prácticas hoy estarían junto a nosotros.
La grandeza de México está en su gente y de alguna manera disfrazan y compensan por mucho la incompetencia de sus autoridades que se escudan en la solidaridad del pueblo para no pagar por las injusticias cometidas. Con esto me refiero a la gran cantidad de edificios que no contaban con las más mínimas normas de construcción o cuyos permisos fueron otorgados con irregularidades. Pero decir que que en México la autoridad no hace su trabajo “no es noticia”, me dijo una vez una reportera cuando le contamos la situación de la Vaquita Marina en el Alto Golfo. Y con todo respeto, permítanme hacer esta comparación porque es el mismo patrón que se repite constantemente.
Hemos normalizado las malas prácticas y hemos sido los ciudadanos quienes sacan adelante al país hombro con hombro mientras la autoridad se cruza de brazos a ver qué resulta o se adjudica como propias las medallas de un pueblo que se rehúsa a ponerse de rodillas por la incompetencia de la autoridad. Incompetencia que mata compatriotas y está extinguiendo especies.
En el último mes hemos venido hablando sobre esto, como la Comisión nacional de pesca (Conapesca) ha sido negligente y omisa en materias como la inspección y vigilancia de especies en veda, la disminución del esfuerzo pesquero, la omisión en la regulación pesquera y la ineptitud para tener alternativas para las comunidades del Alto golfo. Y aunque con lo del sismo hablamos de vidas humanas invaluables e irremplazables, en el Alto Golfo hablamos de especies, como la Vaquita Marina y la Totoaba, que mueren hasta ya casi dejar de existir para siempre.
No podemos dejar que esto siga siendo la norma, que se repite en diferentes aspectos de la sociedad. Porque exigir justicia no es solamente indignarnos y señalar a quienes no hacen su trabajo. La justicia es que quienes han cometido estos actos negligentes y omisos no queden impunes y paguen por sus actos que nos cuestan caro, nos cuestan vidas. Ya sea la del único mamífero marino endémico del país o la de cientos de amigos y amigas que ya se han ido.