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Zapatos abandonados en un jardín de infantes de Pripyat antes de la explosión de Chernobyl.

Nací y me crié en Ucrania. El 26 de abril de 1986 estaba viviendo en Kiev y estaba embarazada. Sabiendo los efectos devastadores de la radiación, especialmente sobre los niños, estaba aterrada de solo pensar lo que podría pasarle a mi hijo. Por suerte, mi hijo estuvo entre los afortunados que no fueron afectados por el desastre de Chernobyl. Hoy hablo en representación de aquellas madres cuyos niños no fueron tan afortunados.

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Planta nuclear de Chernobyl, 2016.

Cuando ocurrió el accidente de la planta nuclear de Fukushima, el 11 de marzo de 2011, yo estaba con el equipo de Greenpeace trabajando en la zona norte de Ucrania investigando la contaminación que generaban los elementos radiactivos liberados durante la explosión de Chernobyl en 1986 sobre la comida que se producía localmente -especialmente sobre la leche-.
Aún, después de 25 años, los niños que vivían en las zonas afectadas de Chernobyl tenían que beber leche contaminada que excedía, en algunos casos, 16 veces los niveles de Cesio -un metal- permitidos por el Ministerio de Salud de Ucrania. Es por esto que me horroricé cuando vi las noticias sobre Fukushima, otro desastre que sucedía 25 años después de Chernobyl.  

Greenpeace realizó una medición de los niveles de radiación de Fukushima entre marzo y abril. Y yo visité a la Prefectura de Fukushima en agosto y también estuve con las comunidades locales para compartirles mi experiencia relacionada a las consecuencias de la catástrofe de Chernobyl. Basado en los resultados del estudio le pedimos a la Prefectura de Fukushima que evacúe a las mujeres embarazadas y a los niños de aquellas áreas en las que había mayores niveles de radiación. En ese momento, el accidente de Chernobyl era el más grande del mundo. Y para Japón era un precedente. De acuerdo con algunos oficiales de la Prefectura de Fukushima, no solo aprendieron de lo ocurrido en 1986 sino que además realizaron un gran esfuerzo para ayudar a quienes habían sido afectados por el desastre de Fukushima.

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Medición de los niveles de radiación en Fukushima en 2011.

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Monitoreo de la radiación en una escuela de Fukushima.

Seis años después, cada vez que escucho que se ha levantado la evacuación de un área contaminada con radiactividad o que la ayuda del gobierno a las víctimas fue discontinuada me pregunto: ¿Qué aprendieron de Chernobyl?

Un sistema de cuidado para los niños afectados que residen en zonas contaminadas con radiación, los chequeos médicos continuos para las víctimas y el derecho a reubicarse en áreas sin contaminación son medidas vitales. Muchos niños en los países afectados por Chernobyl aún sufren problemas de salud que están relacionados con la radiactividad liberada por la planta nuclear en 1986.

El lobby pro nuclear se está insertando en el debate por el clima para vender la energía nuclear como el futuro de la energía sin carbón. Pero la energía nuclear, aún cuando no provoque accidentes, simplemente reemplaza un contaminante por otro: el dióxido de carbono por los desechos nucleares radiactivos. Hasta hoy ningún gobierno ha descubierto planes viables a largo plazo para lidiar de manera segura con los desechos radiactivos. Por eso creo que si la energía nuclear supliera todas nuestras necesidades energéticas en el futuro, que ocurra otro Chernobyl o Fukushima sería solo una cuestión de tiempo. Y está en nuestras manos prevenirlo.

Creo que es inaceptable producir energía a costa de las vidas humanas. Es inaceptable dejarle a las generaciones futuras un planeta lleno de basura nuclear en vez del lugar azul al que llamamos Tierra. 31 años después de la tragedia de Chernobyl, recordemos a aquellos que no sobrevivieron a los dos accidentes nucleares más grandes del mundo, a aquellos que están sufriendo y a aquellos para quienes estos eventos representaron un punto de quiebre en sus vidas.

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