Hernán Nadal
Director de comunicación y enganchamiento Greenpeace Argentina.
A una semana del paso del huracán Harvey por la costa este de Estados Unidos, se espera que el huracán Irma -que ya destrozó Barbuda, rozó a Puerto Rico, y arrasó con el 95% del territorio francés de las isla de Saint Martin- llegue a las costas de Florida el día sábado. Es imposible observar estos desastres naturales extremos y no pensar en el cambio climático. Es cierto, el cambio climático no causó a Irma, pero sí lo empeoró y provocó las condiciones necesarias para que ocurra. Estas tormentas devastadoras son un recordatorio de los costos de la negación climática y la inacción de los gobiernos: el incremento de temperatura de los océanos, producto del calentamiento global, se vincula directamente con estos fenómenos. El aumento de temperatura en el agua es considerada el combustible de las tormentas tropicales: más cálidas son las aguas, más intensas son las tormentas.
La administración Trump no puede ignorar a Irma o Harvey, o al hecho de que el cambio climático aumentó la intensidad de los fenómenos climáticos como los huracanes, las tormentas y los ciclones. La política de negación climática tendrá como consecuencia niveles extremos de calentamiento global en nuestro planeta y más fenómenos que afectarán a millones de personas y comunidades. Es urgente acelerar la transición hacia energías limpias como la eólica y la solar. Continuar quemando carbón y petróleo solo hará que el planeta nos continúe pasando factura con catástrofes climáticas como las que hoy azotan al Caribe, que ya provocaron 11 muertos y 21 heridos.
Irma es el huracán más fuerte del Atlántico fuera del Caribe y el Golfo de México, y uno de los más violentos de la historia. Sin embargo, no está sola: en este mismo momento, otros dos ciclones están cobrando fuerza en el Atlántico. Uno de ellos es Katia, que avanza sobre las aguas del Golfo de México, cerca de las costas del sureste mexicano.
Los vientos de 300 kilómetros por hora de Irma y los ciclones que la acompañan deben ser una señal de alerta de que el calentamiento global es real e irreversible, y de que está en mano de los gobiernos de todo el mundo tomar medidas urgentes para que no aumente y pase el umbral crítico de 1,5°C. Todo está dado para el cambio hacias las energías limpias y renovables y las catástrofes nos alertan que no podemos esperar más.